Presentación de Inconcluso.S de Consuelo Mar-Justiniano
Se tiende a
decir que el dejar cosas inconclusas no está cool, que es de vagos y no tiene estética. Que es la crónica de una
muerte anunciada que anticipa algún desastre, metida de
pata o huevo de grandes proporciones en potencia. Sin embargo, lo inconcluso
también tiene su estética, su algo
provocador. Me parece que existe cierto fetichismo con esa idea; cierto morbo
que apasiona ante la posibilidad de la incertidumbre y sus consecuencias. El
escritor no está exento de dejar cosas inconclusas. De hecho: ¿Quién que escriba no se ha
topado, de vez en cuando, buscando un texto en su computadora o libretas, con
documentos que solo tienen una oración o un verso o varios,
pero que ello no constituye un cuerpo de un trabajo consciente? Así que, como en todas las otras instancias de
la vida, el escritor está a merced de todos los males o bienes
sociales incluyendo el dejar cosas inconclusas. Dejamos textos inconclusos, cafés inconclusos,
viajes inconclusos, fantasías inconclusas, deseos inconclusos, amantes
inconclusos e inconclusas. En fin, la vida, a fin de cuentas, es algo inconcluso que muchas
religiones y filosofías ven su culminación cuando la
persona muere. No se asusten, hay formas de morir y hay formas de morir y los
escritores tienen unas muy interesantes e intensas que se viven casi todos los
días.
Un día, luego de una
visita a una clase de Consuelo, me dijo que tenía una colección de poemas
inconclusos y que le gustaría que los leyera y le
diera alguna idea de cómo terminarlos. Le dije
que claro, que cómo no y que dentro de las cosas inconclusas
y por concluir de mi vida, incluiría sus poemas en mis lecturas.
Dentro del revolú que supone mi vida entre la cargada agenda cultural, la de ser padre,
hijo y casi Espíritu Santo amén, leí los poemas uno tras otro haciendo alguno que
otro comentario sobre los mismos. Al final del camino, mi repuesta para Consuelo
fue sencilla: “Querida, esos textos no están para nada
inconclusos, están sencillamente completos, sugestivos y provocativos; yo que tú los dejaría así”. Varios años después, como se
deben madurar las cosas, con calma, sin prisa, pero con consciencia y en el
trabajo principal del escritor frente a su obra, saberse auto editar, llegó a mis manos este hermoso libro que hoy tengo
el gusto de llevar a cierta conclusión inconclusa de
presentarles esta noche.
Antes de hablar
del texto, quiero decir unas cosas PG de la autora. Consuelo es una obrera de
las palabras y no todos los escritores lo son. Es decir, todos los que
escribimos trabajamos la palabra, pero a algunos le ataca la vagancia y tienden
a lo inconcluso de modo selectivo. Consuelo no, ella es una lectora voraz,
apasionada de la perfección, malabarista de las
palabras, confabuladora de ideas en versos, en fin, una inconclusa muy
concluida. Nos conocemos hace muchos años y a la gente
más cercana a mí, me gusta
pedirle textos que estén trabajando para ver
en qué andan y uno mismo medir lo que está haciendo dentro del contexto del colectivo.
De ese modo, he leído a Consuelo a través de los años, he visto su
crecimiento, su trabajo disciplinado con las letras, su apetito por crecer y
aprender, su afrentamiento por digerir lecturas que le vuelen los sentidos. Así que los que piensen que esta escritora
escribió este texto reflejándose
inconclusa, les tengo una noticia: los está cogiendo de
algo que no debo decir en esta honrosa institución universitaria.
algo que no debo decir en esta honrosa institución universitaria.
“Inconcluso.S” es un hermoso texto, físicamente hablando
desde inicio. Al tenerlo en las manos, aparece en la portada una foto trabajada a
modo de pintura de la autora, imagen que delatada varias cosas: su oficio de
escritora (está escribiendo), su pasión por los libros (está rodeada de muchos de ellos), su sentido de
tradición (representado por la foto de sus padres
dentro de un maletín), su espíritu creativo e íntimo (con su
rostro cubierto por un sombrero y sus piernas entrecruzadas) y su gusto por las
tacas (las que están justo a su lado y bien custodiadas). En la
parte de atrás del libro, una breve biografía de la autora
y dos fotos: una de ella, de ¾ de lado, con su mirada siempre pensativa y
retante; otra, difuminada, con una de sus pasiones más grandes y
profundas: su hija.
Este poemario
se compone de múltiples pequeñas partes. Entrar a “Inconcluso.S” es como adentrarse a una casa repleta de espacios. La puerta de cada
uno de estos espacios es un subtítulo acompañado por una
cita que sirve de epígrafe y, tal vez de advertencia al lector, así como una foto. Cada uno de estos elementos
están sabiamente pensados y puestos como
complementos metafóricos que provocan la curiosidad de ver qué hay adentro; pero una curiosidad en la cual
somos provocados y provocadores; y se desmiembra esa idea del escritor todo
poderoso y conocedor absoluto de su obra que queda ante el lector. “El silencio”, es el primer
cuarto con siete puertas/poemas, como caprichosamente le he querido llamar, el
propio silencio como poema y seis “Casi inconclusos”; ese silencio
que se vuelve voz, pero voz coqueta y retante. Del silencio se pasa a la
"Fuga": y es abrir las ventanas, la mirada hacia afuera, la ruptura. En otro
cuarto ya en fuga, "La ciudad" repleta de ruidos por donde la poeta parece
deambular entre miedos a ser consumida por los elementos citadinos, pero que
afronta con valentía porque es parte de andar en fuga. De la ciudad no queda más que sentirse
"Fuera de sitio" y siempre, o casi siempre, la
existencia se nos derrama entre los rincones citadinos. En esa angustia uno y
la poeta se dice y nos dice “Y solo la muerte”, en este
cuarto del texto es donde Consuelo reta a la muerte en versos insurrectos.
Entonces queda evocar el viaje "Transatlántico", el
llamado al mar para que sane y se lleve lo necesario desde ese autorreconocerse isla. Entonces, ya purificada llega "La plenitud", poemas maternales, esa vuelta a la esencia, esa simbiosis de amor que ella eleva a la naturaleza desde los rizos de su niña a las olas del mar. Así, sanada o salvada por el mar, por el amor de la hija, luego de la fuga, de cruzar con poesía los espacios más íntimos, las fibras más vivas, Consuelo mira la vida y la muerte como colgando de un mismo hilo y cierra su texto con un epílogo que es un viaje por la historia de diferentes escritores que decidieron suicidarse. Cada historia resumida, resonada, retocada entre lo histórico y ese algo que a ella le llama la atención con una mirada deliciosamente enfermiza; como siempre mejor salen las cosas.
llamado al mar para que sane y se lleve lo necesario desde ese autorreconocerse isla. Entonces, ya purificada llega "La plenitud", poemas maternales, esa vuelta a la esencia, esa simbiosis de amor que ella eleva a la naturaleza desde los rizos de su niña a las olas del mar. Así, sanada o salvada por el mar, por el amor de la hija, luego de la fuga, de cruzar con poesía los espacios más íntimos, las fibras más vivas, Consuelo mira la vida y la muerte como colgando de un mismo hilo y cierra su texto con un epílogo que es un viaje por la historia de diferentes escritores que decidieron suicidarse. Cada historia resumida, resonada, retocada entre lo histórico y ese algo que a ella le llama la atención con una mirada deliciosamente enfermiza; como siempre mejor salen las cosas.
Así, coqueto y curioso
como soy, “Inconcluso.S” fue y es una cura para mis fantasías, miradas,
deseos, no solo en lo intelectual, sino una cosa
rica para hacer “cerebrito”. Comencé con la falsa idea de lo “inconcluso”, en el camino,
mientras iba encontrando, montando fragmentos, sentía que Consuelo
me provocaba a pensar qué más faltaba, que lo “inconcluso” es como una rueda sin principio ni final,
pero que solo la idea de la búsqueda sabiendo que
nunca se encontrará nada concreto, es excitante y provocadora.
El
silencio casi inconcluso
I,
II, III, IV, V, VI
Te
fugas
Y
me fugas
He
dejado mi casa
Se
deshace el milagro
Al
baile de flamas en la hoguera.
Mi
ciudad
De
viernes,
De
sueños
Atravesados
en mi garganta
Fuera
de sitio
Al
baile de aquella blanca oscura soledad
Haciendo
versos, deshabitado,
El
negro silencio en septiembre
Al
filo del ojo que no mira.
Y
solo la muerte
Dile
que no me mate
Al
tumulto de lo que creo insoportable
Que
no me alcance ese olvido, no
Que
no escogí tu vestido postrero
Tan
trasatlántico en este mar
El
quinto piso a penas desolado.
Angustiosa
plenitud
Hoy
fui a la playa con mi hija
Marejada
de sensaciones en la piel;
Escribo
mi epílogo con los hilos
de la abuela
En
este juego más que suicida
Voces
que no se apagan al filo del verso inconcluso.
Con este poema que
me provocó el jugar con los títulos de las partes del libro, los invito a leer “Inconcluso.S” y los reto a tratar de concluir lo que a todas
luces es un juego de sediciosa seducción. Bienvenidos a un viaje a penas inconcluso… Enhorabuena…
Por Ángel Matos
18 de septiembre de 2014
Universidad Metropolitana en Bayamón
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