martes, 5 de julio de 2011

Más que suicidas… voces que no se apagan


     “Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros”.  Estas fueron algunas de las palabras plasmadas en la carta con la que Virginia Woolf se despidió de su marido Leonard Woolf.

     Esta escritora nació en Londres el 25 de enero de 1882 y se suicidó el 28 de marzo de 1941 ahogándose en el río Ouse, cerca de su casa de Sussex. Se cree que ya lo había intentado porque hacía pocos días había regresado a su casa con la ropa mojada. En aquella ocasión dijo que se había caído, pero es posible que aquel fracaso le sirviera para descubrir que lo que podía hacer era llenar de piedras sus bolsillos para no volver a fallar. Así lo hizo.

     Virginia Woolf representa un hito en la literatura inglesa. Sus primeras novelas, Fin de viaje (1915), Noche y día (1919) y El cuarto de Jacob (1922), ponen de manifiesto su determinación por ampliar las perspectivas de la novela más allá del mero acto de la narración. En sus novelas siguientes, La señora Dalloway (1925) y Al faro (1927), el argumento surge de la vida interior de los personajes, y los efectos psicológicos se logran a través de imágenes, símbolos y metáforas. Además escribió biografías y ensayos como Una habitación propia (1929), en la que aparece una crítica por la poca valoración de los derechos de la mujer. Su correspondencia y sus diarios, publicados póstumamente, son muy valiosos y sus obras de ficción son consideradas el antecedente de la novela psicológica en la literatura inglesa.

     Se dice que Virginia Woolf padecía de intensos episodios de depresión y que esto fue el catalítico para tomar la decisión de suicidarse.  Así lo confesó en la carta que dejó a su marido: “Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor”. 

     El poeta y escritor colombiano José Asunción Silva, también figura como otro suicida en la literatura. Nació en Bogotá en el  1865 y murió en el 1896. Sus poemas se caracterizan por la audacia y la originalidad del lenguaje y las imágenes; el tema del amor aparece plagado de referencias eróticas, y no faltaron rumores que los relacionaban con una supuesta pasión secreta por su hermana Elvira. Cuando ella murió le dedicó su elegía “Nocturno III”, una de sus obras más celebradas. Veamos un fragmento.


Esta noche solo, el alma llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma,  por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro donde nuestra voz no alcanza, solo y mudo por la senda caminaba…

Sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas de las mortuorias sábanas.
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte, era el frío de la nada...

     Asunción Silva se suicidó a los treinta y un años. Se dice que las causas de su deceso fueron la desesperación por sus deudas, la muerte de su hermana y la pérdida de un manuscrito en el mar justo antes de su publicación. Según cuentan, el poeta fue al médico y le preguntó dónde quedaba el corazón. Le pidió que se lo dibujara con lápiz y el médico lo hizo sin saber que al llegar a su casa, Asunción Silva apuntaría directamente allí, con un arma, y se dispararía para morir fulminantemente.

     Los críticos lo llaman  el precursor del modernismo en Colombia y está considerado como uno de los más importantes poetas de Latinoamérica. Sus poemas, recopilados tras su muerte, se publicaron en Barcelona en 1906 con el título de Poesías, y su obra completa en 1942, en México, con el de Prosas y versos de José Asunción Silva. También es autor de la novela De sobremesa.

    Alfonsina Storni fue otra que decidió su hora de dormir. Esta poeta nació en 1892 en la ciudad de Laggagia, Suiza, y emigró con sus padres a Argentina cuando era una niña. Su obra poética nace de su gran sensibilidad anímica y abarca desde el postmodernismo hasta una posición singular dentro de las corrientes vanguardistas de la época. Sin embargo, la nota más persistente en ella es el amor, entendido casi siempre como una especie de furor, contrastante sentimiento romántico con notas irónicas, la dualidad entre el ser y el no ser.


     Sus obras: La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919) y Languidez (1920), son íntimas y personales, mientras que Ocre (1925), Mundo de siete pozos (1936) y Mascarilla y trébol (1938), constituyen obras llenas de simbolismos y abstracciones. En el año 1960 se publicaron algunos de sus poemarios inéditos: Cinco cartas y una golondrina y Poemas olvidados.

     Según sus biógrafos, Alfonsina sufría de depresión, pero el motivo que la llevó al suicidio fue el cáncer. Murió en el mar el 25 de octubre de 1938, se lanzó desde un espigón de la playa La Perla, en Mar del Plata, y su cuerpo fue hallado a la mañana siguiente por dos obreros que pasaban. En el lugar se ha erigido el monumento al que cada 25 de octubre se acercan cientos de personas a honrar la memoria de la poeta. Pocos días antes de su muerte escribió un poema que revela sus claros deseos de suicidio, "Voy a dormir":

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste…
… si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.

     Otro que decidió poner fin a sus días  fue el escritor Horacio Quiroga. Nació el 31 de diciembre de 1878 en Salto, Uruguay. Despuntó en el ámbito literario en 1901 cuando publicó el volumen de prosas líricas, poemas y cuentos, Los arrecifes de coral, de rasgos posrománticos y modernistas. Sus vivencias en la selva quedaron plasmadas en las obras Los perseguidos  (1905) y El crimen del otro (1904). En 1908 publicó su novela Historia de un amor turbio. En el 1917 publicó Cuentos de amor, de locura y de muerte. Más tarde su prestigio literario se consolidó con Cuentos de la selva (1919) y El salvaje (1920). En 1921  publicó los relatos de Anaconda, a los que siguieron El desierto (1924) y  Los desterrados (1926).


     Sin embargo, su vida personal estuvo llena de penurias. Su primera esposa lo abandonó y se suicidó. Quiroga permaneció en la selva, donde continuó escribiendo textos trágicos como Pasado amor (1927). La tragedia es una constante en su vida: su padre muere al disparársele accidentalmente su escopeta, su padrastro se suicidó y, siendo aún muy joven, Quiroga mató a su amigo Federico Ferrando al dispararle involuntariamente.

El 19 de febrero de 1937 apareció muerto por ingestión de cianuro. Se cree que su suicidio se dio poco después de enterarse que sufría de cáncer gástrico. Además atravesaba  serias dificultades económicas y matrimoniales.

     Otra suicida para la historia es Sylvia Plath. Nació el 27 de octubre de 1932 en Massachusetts y murió  el 11 de febrero de 1963. La intensidad de la vida y de la poesía de esta escritora norteamericana ha hecho de ella un mito literario, que la tragedia de su suicidio, en la cima de su creatividad, no han hecho sino cimentar.


     Plath desde muy joven padecía de desórdenes mentales y tenía una conducta depresiva. La tentación del suicidio la venció por primera vez a los 20 años. Constantemente se hacía dos preguntas: "¿Puede una mujer autosuficiente, excéntrica, celosa y con poca imaginación escribir algo que valga realmente la pena?, y ¿puede formar una pareja?".

     Encontró el amor al lado de Ted Hughes, un poeta que aparentaba ser capaz de entender sus ambiciones y compartir sus sueños. La pasión que surge entre ellos parece compensar su desasosiego. Sin embargo, se separaron a causa de una infidelidad de él.

     También logró dejar un legado literario. Su primer libro fue  El coloso (1960). Ariel (1965) está considerado como su mejor poemario que, al igual que su poesía posterior publicada después de su suicidio, refleja un ensimismamiento. La campana de cristal (1963), novela que se editó bajo el seudónimo de Victoria Lewis, es un relato autobiográfico. Su correspondencia, Cartas a casa, (1950-1963), fue publicada en 1975. Otras obras, editadas póstumamente, son Cruzando el agua (1971) y Árboles de invierno (1972).

     Separada de su marido, con dos niños a cargo, casi sin dinero y atravesando una nueva crisis emocional, Sylvia Plath volvió a pensar en el suicidio. A sus treinta años se quitó la vida asfixiándose con gas. “Morir es un arte", escribió, "y yo lo hago excepcionalmente bien". 

     Cada uno de estos cinco escritores tiene una historia muy interesante. Vivieron intensamente y atropelladamente. Sin embargo, son más que suicidas, son voces que no se apagan porque sus obras perduran como un legado de incalculable valor.